la Iglesia de Abajo
retablo del altar mayor (mayo 2004)
Durante
mucho tiempo existieron en Alcozar dos ermitas además de la iglesia parroquial.
Ésta, dedicada a S. Esteban protomártir, estuvo, hasta finales del siglo
XVIII, situada en el templo románico del s. XII, hoy prácticamente destruido,
aunque todavía es posible observar su originalidad. Entre otras cosas el pórtico
o galería, elemento que en el románico soriano adquiere gran relevancia y que
solía adosarse a la fachada sur de las iglesias. En Alcozar, el pórtico se sitúa
en la fachada Norte, lo que supone un caso excepcional, sin que sepamos si
existió otro en la meridional. Está tapiado y además alterado por una portada
renacentista. El templo, para el que se fundió una campana el año 1651, ha
sido estudiado por Teógenes Ortego y a él nos remitimos.
La
primera de las ermitas, dedicada a S. Miguel, ha desaparecido y estuvo en el
paraje llamado de S. Miguel. Tuvimos conocimiento de su existencia consultando
documentos en el Archivo Diocesano del Obispado de Osma-Soria y puede
considerarse algo excepcional ya que nadie en Alcozar tenía conocimiento de
ella. En concreto, en el documento se señala que, el 24 de abril de 1755, el
cura de Alcozar declara al visitador del Obispado, que hay otra ermita, además
de la del Vallejo, llamada de S. Miguel, muy menoscabada, mandando al concejo y
vecinos de la villa, "que en el término de seis meses se repare y componga
de lo necesario para que en ella se pueda celebrar misa". Si así no se
hiciese, facultaba al clérigo para demolerla, dejando tres cuartas de cimientos
y poniendo una cruz en medio para que se conozca que es lugar sagrado (todavía
existe una cruz donde presumiblemente se encontraba). En cumplimiento de lo
ordenado, fue hundida como se indica en la posterior visita pastoral del año
1757, y refiere, en 1792, D. Ramón Llorente, cura que fue de Alcozar durante
muchos años. Escribe: "En donde llaman S. Miguel, había una ermita de
este santo que ahora son viñas y mandada destruir por indecente. Pasaron la
imagen. de S. Miguel a la ermita de Nuestra Señora del Vallejo" (se
refiere a la imagen conocida tradicionalmente como "el Puto", que
ocuparía un lugar importante en la antigua ermita).
La
otra, la de Nuestra Srª del Vallejo, estaba en el lugar que hoy ocupa la
parroquia y tras sucesivas transformaciones dio lugar a la iglesia actual. Se
desconoce la fecha de la construcción de la primitiva ermita, sita, en sus orígenes,
en el "vallejo" y trasladada, luego, un poco más arriba, para evitar
humedades. Tampoco sabemos cuándo se fabricó la segunda. Sí conocemos que en
1768 no se la consideraba muy adecuada para celebrar culto, como se deduce de la
escritura de obligación hecha el 25 de enero ante el escribano Manuel Agustín
de Zendones, entre el concejo y vecinos de Alcozar y el maestro Cayetano Marín,
vecino de la villa de Coruña del Conde, para la construcción de la ermita...
en la cantidad de 7.000 reales".
Por
esta carta -que reproducimos en el apéndice documental- los vecinos se obligan
a suministrar y conducir toda la piedra al pie de obra, hacer la calera, ayudar
a quemarla y traer la leña necesaria para ello, advirtiendo que la satisfacción
de jornales al maestro para la quema de dicha calera ha de ser por cuenta de la
villa. También, a conducir la arena, yeso y cal, teja y ladrillo, agua para los
morteros y para la obra hasta San Juan. Se comprometen, además, a abrir los
cimientos que sean necesarios y desmontar la ermita. Con el fin de recaudar
dineros para la obra los vecinos trabajarán las dos tierras del concejo, una
sita en el Bancho y otra en Carravelilla, "dejando el usufructo a ésta
hasta tanto que se desempeñe". Se obligan, por todo rigor de derecho y
renunciando a fueros, leyes y privilegios en su favor, a cumplir y guardar las
condiciones pactadas, sin pedir cosa alguna ahora ni en otro tiempo, por haberlo
ejecutado "voluntariamente por mirar al provecho que a todos se nos sigue
en la brevedad de la construcción de dicha obra y menor coste de ésta".
El
día siguiente, 26 de enero, Cayetano Marín hace escritura de obligación para
la obra, con Gabriel de Alonso, vecino de esta villa y mayordomo de la fábrica
de Nuestra Señora del Vallejo, en presencia del señor D. Mateo Juanillo, cura
párroco, y de los señores alcaldes ordinarios actuales como sus interventores.
El 13 de enero se había hecho remate extrajudicial de la obra quedando de
conformidad ambas partes, rematándose en 7.000 reales de vellón con inclusión
de la confección de la traza, siendo por cuenta del concejo y los vecinos lo
estipulado anteriormente. Como avalista de la obra Cayetano Marín presenta por
su fiador a Narciso Marín, su hermano, también vecino de la villa de Coruña
del Conde.
En
la manera más conforme a derecho, ambas partes ajustan y convienen la referida
obra, que ha de ejecutarse según la traza, por 7.000 reales de vellón sin
poder pedir mejora alguna a menos de que fuera de lo trazado se le encargase por
el mayordomo ejecutar alguna cosa particular, lo que deberá constar de nuevo
trato y ajuste.
Técnicamente, el maestro arquitecto ha de hacer el tejado del cuerpo de la ermita de machones y tablas cepilladas y que las soleras y tablas que se han de poner entre ellas y las tablillas entre machón y machón y las tablas han de ir sobrepuestas. También ha de hacer los tejados de la capilla y camarín y media naranja en la capilla. Y en el camarín cielo raso y media naranja ha de ser de yeso y ladrillo tabicado doblado. Además ha de jarrear toda la obra por dentro de cal y después blanquearla de yeso. Ha de echar cornisa labrada toda la circunferencia de la ermita y todas las esquinas y las cinco, ventanas. Ha de hacer el arco de la puerta principal y escarzano de piedra labrada, el arco de la capilla, las dos puertas de la sacristía y el trono de Nuestra Señora. También, la espadaña según está en la traza, toda de piedra labrada y asimismo componer los tirantes y hacer la mesa del altar de piedra con su gradilla. Ha de volver a sentar el coro y hacer los morteros.
La
villa, por su parte, se obliga a desmontar la ermita y abrir los cimientos y si
éstos pasasen de media vara se ha de abonar a Cayetano Marín el exceso. Las
paredes de la capilla y pared de la espadaña, hasta empezar la tronera, han de
ser de tres pies de grueso
y las paredes, fuera de la superficie, han de ser de dos pies y medio
de gruesas y lo demás según está demostrado en la traza. El
mayordomo de la ermita ha de contribuir con toda la clavazón y sogas
para los andamios y el dicho maestro ha de dar cubierta dicha obra en
todo el mes de septiembre de 1768.
Como Cayetano Marín era labrador de pan y vino, se le ha de dejar de permiso, a su arbitrio, dos semanas, Una para las labores de sus viñas y la otra para la recolección de sus mieses y en lo restante del tiempo sin levantar mano. El mayordomo de la ermita de Nuestra Señora, ha de entregar al maestro los 7.000 reales en cuatro plazos: al principio de ella 1.666 reales; al medio de la construcción, la misma cantidad; y al estar en las cornisas, los mismos 1.666 reales; y los 2.000 reales restantes a la conclusión. Acabada, se ha de nombrar por parte del mayordomo de la ermita maestro de obras, arquitecto de su satisfacción para que la reconozca muy despacio y vea si está ejecutada con arreglo al diseño, traza y condiciones sin faltar en cosa alguna; bien entendido que si el tal maestro declarare que falta alguna cosa se ha de rebajar lo que justipreciare del total; pero si el maestro nombrado para aprobar la obra considerare que el trabajo vale más, no ha tener opción a pedir cosa alguna, porque desde ahora "renuncia este derecho el dicho Cayetano a excepción de la demasía del grueso de los cimientos que ya va capitulado".
Los oficiales y peones que para trabajar la obra ha de poner el maestro
arquitecto, se han de surtir en todo lo que necesiten para sus alimentos, de la
casa y personas que se destinarán por el mayordomo de la fábrica de Nuestra Señora
cargándolo a precios regulares y teniendo cada oficial o peón su tarja que se
ajustará mensualmente. Y lo que así importaren los alimentos lo ha de recibir
el maestro en cuenta y satisfacción de dichos plazos y en cada uno respective
lo que como va dicho importaren dichos alimentos de peones y oficiales. Y si no
fuese a la voluntad de dicho maestro, peones y oficiales
el surtimiento de
todos los víveres y menesteres por cuenta del mayordomo y quisieren hacerlo por
la suya, esto se entienda como fuere de su agrado.
Bajo
estas condiciones y las que contiene la traza se obligan, ambas partes, a su
cumplimiento. Cayetano Marín lo hace con su personas, bienes muebles
semovientes y raíces y con los de sus herederos y sucesores y Gabriel Alonso,
mayordomo de los caudales y fábrica de Nuestra Srª del Vallejo, con los bienes
y rentas que tiene dicha fábrica y en adelante adquiriese.
Efectivamente,
gran parte de la obra ejecutada según estas condiciones existe todavía, como
las cinco ventanas, la media naranja, etc.; pero parte de ella va a desaparecer
o se va a modificar con las obras que a continuación se detallan.
En
1788, veinte años después de reedificarse la ermita según las condiciones
expuestas, el párroco desea trasladar a ella la parroquia, que hasta entonces
estaba en la iglesia de arriba. No la debía considerar lo suficientemente
grande para acoger a todos los fieles, ya que además de solicitar permiso al
Obispado para trasladar a ella la parroquia solicita, también, que se puedan
llevar a cabo las oportunas obras que él considera totalmente necesarias. Éstas
van a ser en todo el crucero y la cabecera donde hoy
está
el altar. Es decir,
desde el púlpito hasta el presbiterio, ya que la ermita anterior sólo iba
desde el púlpito hasta el coro. Se van a realizar transformaciones profundas,
como trasladar el altar, que
en
un principio estaba en el actual coro, a donde hoy
está.
El
20 de junio de 1789 Manuel Monge, mayordomo de la parroquia, acude al notario
exponiendo que la iglesia de Alcozar tiene
caudal suficiente para la obra de crucero y espadaña que se intenta hacer en la
ermita de Nuestra Srª del Vallejo "como necesaria al bien espiritual de
esta feligresía y útil al bien temporal de ella". Las causas de tal
decisión las argumenta por estar la parroquia situada en cumbre elevada,
distante de la casa más inmediata de la población, 136 varas por la parte del
Norte y 200 varas por el poniente. La elevación, dice, "motiva poca
honestidad en los jóvenes por el ascenso de las mujeres a dicha parroquia y
esto siendo recatados y el viento templado". También, que los enfermos
convalecientes están excusados de la misa si se dice en la parroquia, pero no
si se celebra en la ermita y que los días de labor, si se dice en la ermita
concurre a ella la mayor parte del pueblo, lo que no hacen si se tiene en la
parroquia. Asegura que por lo elevado de la cumbre tiene la fábrica un
considerable gasto de teja por la agitación de los aires. Termina, aparte de
otras causas que manifestará al tribunal competente, diciendo que por lo penoso
y pendiente de la cumbre, los párvulos se entierran sin cantarles el oficio y a
los adultos, a poco herido que tengan el pecho los curas, lo mismo.
Seguidamente
el mayordomo otorga poderes notariales al procurador D. Joaquín Abad para que
le represente ante la Audiencia episcopal del tribunal eclesiástico del
Obispado de Osma. Le faculta para que pida a este tribunal que se lleven a cabo
dichas obras y si lo tiene a bien que se realicen "según traza y
condiciones que están presentadas en el Obispado por el señor cura de esta
parroquia". Le faculta, además, para realizar todas las diligencias
judiciales y extrajudiciales conducentes al logro de sus pretensiones,
comprometiéndose a pagar las costas que se originen.
Un
año antes el cura de Alcozar y de su anejo Velilla, D. Ramón Llorente, escribió
al Obispo de Osma haciéndole saber que la iglesia está situada en una cumbre
"cuya pendencia es de 130 pasos por el Norte y de 300 por el mediodía de
las casas más próximas a ella y en tiempo de hielos y agua especialmente
penosos". Tan estropeado está el tejado, de los aires, que cada tres o
cuatro años necesita reparaciones. A la misa que se celebra en la ermita
concurre, en días de labor, la mayor parte del pueblo y si es en la iglesia muy
pocas personas. En tiempos de agua y de hielos ruedan algunas personas la cuesta
abajo sin querer y al subir es preciso no levantar la vista el que va más tarde
pues en uno y otro caso juzga, por lo que ha visto, "que la honestidad de
unos y la castidad de otros, están en manifiesto peligro". Que el cura
llevando el Santísimo se tiene que asir a uno o a dos. Que en procesiones y
entierros no se puede cantar, sino hasta la mitad de la cumbre, por no poderlo
tolerar el pecho y estando sano. Que siendo la feligresía de casi 450 personas,
habiendo enfermos, muy pocos acompañan al Santísimo hasta que bajó de la
cumbre. Que el Rosario, por ello, nunca se dice en la parroquia.
"La
ermita -escribe- es nueva, obra de
cal y canto, situada en el medio de los dos barrios y muy capaz si se le añadiese
un crucero". Le parece conveniente al servicio de Dios, se diese licencia
para trasladar la parroquia a la ermita, hecha la obra insinuada, "pues la
iglesia está alejada de lo perteneciente al culto divino y hallo -dice- que no
hay otro medio de evitar ocasiones pecaminosas e irreverentes al Santísimo".
Presenta
también
el párroco las condiciones y avance del coste de las obras en un
documento de 15 de mayo de 1788 en el que indica que, según el cálculo del
maestro, pueden valer unos 4.000 ducados. Indica, no obstante, que pueden costar
algo menos pues el maestro de obras ha incluido en el presupuesto algunas cosas
que no son absolutamente necesarias y la parroquia posee sobradas tejas, cosa
que el maestro ignoraba. Espera, además, que los vecinos colaboren en el
transporte de materiales, según se lo han comunicado, aunque no quieren
comprometerse abiertamente. Señala que la parroquia cuenta con caudales
suficientes, teniendo además los frutos de 1787 y próximos los del 1788. Señala
al final que "el poner el altar mayor al Poniente, es indispensable por
razones del solar". De donde puede deducirse que este altar estuvo, al
principio, en el coro actual.
Las
diligencias van a ser muy largas porque, el 16 de abril de 1789 el cura de
Alcozar insiste ante el Obispo al que escribe, para evitar los "perjuicios
dichos y el socorro de este pueblo, al que miro como propio", reiterando la
pretensión de que conceda licencia para la obra con lo cual hará una
"obra de justicia y otra de misericordia".
Tras
estos trámites, el Obispado contesta, el 14 de mayo de 1789, que, en atención
a que la obra que intenta hacerse para trasladar la parroquia a la ermita, es de
mucha consideración por su coste y otras circunstancias que piden mayor examen
y conocimiento, el cura o mayordomo de esa iglesia acudan al tribunal de
justicia a formalizar la pretensión para que, con citación y audiencia del
fiscal eclesiástico, se provea lo más conveniente.
Tras este decreto del Obispado, D. Manuel Monge, vecino de Alcozar y mayordomo de la parroquia, acude a otorgar poderes notariales, como se dijo ya, a favor de D. Joaquín Abad para que le represente ante el Tribunal eclesiástico del Obispado. Éste, en nombre de aquél, se dirige, el 23 de julio de 1789, al fiscal eclesiástico, repitiendo los argumentos conocidos: que la iglesia se halla en una cumbre bastante elevada y distante de la casa más próxima 136 varas por la parte Norte y 200 al Poniente, de lo cual pueden seguirse muchos daños. Que por su elevación suceden algunos perjuicios y poca decencia en los jóvenes pues, por su mucha cuesta, "se hace preciso que el sexo masculino deba ir delante porque a poco aire que se mueva hace caer al femenino y se causan bastantes deshonestidades y quitan la devoción". Que los de alguna edad se quedan sin misa por la distancia y pendencia de dicha cuesta. Que hay que hacer reparos a la iglesia que, como vieja, continuamente los necesita... Por estos motivos "intento y pretendo -dice- se traslade la parroquia a la ermita de Nuestra Srª del Vallejo, que intenta hacerse como precisa y necesaria al bien espiritual de la feligresía y útil al bien temporal, haciendo en la ermita un crucero y espadaña mediante el caudal que para ello tiene la iglesia".
El
Obispo, hecho cargo de tan justa pretensión, le comisión para que,
valiéndose de maestros inteligentes, hiciese traza, condiciones y
avance de la obra, como efectivamente hizo y presentó y últimamente
acordó pasar todo al tribunal y es lo que en debida forma presentó
reiterando de nuevo la pretensión ejecutando dicha obra con arreglo a
esas condiciones e intervención del cura y valiéndose de maestros
inteligentes.
El
fiscal contesta a este escrito diciendo que no halla reparo digno de consideración
para que el tribunal conceda la licencia que se solicita sobre traslación y
construcción de nueva iglesia parroquial con arreglo a lo que ya han informado
el cura, el mayordomo y el procurador, bajo la condición de que la obra se
saque a pública subasta y se otorgue ésta al mejor postor, a cuyo fin podrá
el tribunal dar las competentes facultades al cura y mayordomo para que fijen
"edictos" en los sitios y lugares acostumbrados.
Visto
el expediente realizado a instancia de D. Ramón Llorente y de Manuel Monge así
como el comunicado del fiscal, el Obispado conceden permiso para trasladar la
parroquia a la ermita una vez hechas las obras convenientes. Posteriormente la
antigua parroquia pasará a la categoría de ermita y la ermita de Nuestra Srª
del Vallejo adquirirá el rango canónico de parroquia.
En
la respuesta, de 14 de agosto de 1789, el Obispado insta al cura y mayordomo de
Alcozar, acudan ante el notario para que de fe de que el caudal de la iglesia
estará pronto para ir pagando al maestro sin causar ningún agravio. Les hace,
además, una serie de recomendaciones: que hagan fijar cédulas en los pueblos
crecidos y acostumbrados, llamando y congregando con señalamiento de día y
hora a los que realmente sean y merezcan el concepto de maestros y quieran pujar
en la concesión de la obra. Que llegado el día señalado, con la formalidad y
buen orden que en estos casos se acostumbra, proceda, después de enterar a los
maestros del diseño, condiciones y demás, al remate de la obra, señalando que
la cantidad en que se ejecute el remate
ha de abonarse en tres plazos: el
primero al comienzo, el segundo a la mitad y el tercero después de concluida y
declarada por bien hecha, mediante el nombramiento que entonces se ha de hacer
de maestros que la examinen con el cuidado que corresponde. Aconseja al cura
que, antes del remate, esfuerce "al vecindario para que en consideración
al alivio y beneficio que le resulta, exprese y manifieste con qué ha de
contribuir en alivio de la iglesia para que con este conocimiento se camine y
proceda al remate".
Durante
el resto de 1789 y en el año de 1790, no consta que se hicieran nuevas
diligencias por parte de la parroquia aunque posiblemente las hubiese. Así nos
presentamos en Abril de 1791 cuando el párroco, D. Ramón Llorente, vuelve a
remota el asunto.
El
22 de abril acude al notario, D. Ramón Aguilar, quien manda se fijen escritos
en pueblos grandes convocando a los maestros que quisieran hacer la obra. El 30
de
abril
el párroco acude al notario, quien le indica que se halla informado de que
hay maestros dispuestos
a
obrar, pero que existen ciertas dificultades para
hacerla y manda que no se pase al remate de la misma sin vencerlas, remitiendo
la declaración de las mismas al hermano Mateo de Arana, religioso del convento
de La Vid por ser arquitecto muy conocido.
El
10 de junio el notario afirma con el párroco que habiendo acudido a Alcozar
dicho fraile en virtud del encargo anterior, le hizo notar "no poderse
aclarar las dudas anteriores ni ejecutar la obra según era debido pues
"era necesario firmar nuevo diseño y condiciones, por lo cual le nombraban
para que nuevamente trazase el diseño y condiciones según le pareciesen más
útiles". Tras el encargo Mateo de Arana presenta las condiciones y el
costo de la obra del crucero que se intenta hacer en lo que hoy es la parroquia
y que literalmente reproducimos en el apéndice documental. El religioso de La
Vid fue un arquitecto de reconocido prestigio que hizo muchos informes para las
iglesias que se van a construir por estos años a lo largo de la ribera del
Duero.
De
su amplio informe podemos deducir: Que la ermita tenía al Poniente el
campanario y la capilla al Este, donde hoy esta el coro. Se destruyó el
campanario y parte de la ermita para construir el crucero y cabecera de la
iglesia, pero no se derrumbó su antigua capilla y podemos ver como, en lo que
hoy es el coro, se perforó la cúpula para colocar la escalera y poder subir a
la garita de la que habla el informe para colocar las campanas. También
podernos ver todavía el antemuro o barbacana del que habla, muy bien conservado
por la parte del Noroeste y del que aún se conservan restos en la parte Norte.
El
16 de Abril de este mismo año, el cura acude al notario para pedirle que el
informe de Mateo de Arana se una a las demás diligencias de la obra y que
ordene se fijen edictos en los pueblos importantes convocando a los maestros que
quisieran hacer la obra señalando el día y la hora en que ha de hacerse el
remate.
El
5 de mayo de 1792 se adjudica la obra estando presentes el cura, el notario y
varios testigos. Acuden al remate, entre otros, los maestros Juan Blanco y
Toribio González, vecinos de Peñaranda de Duero, y Pedro Olivares, vecino de
El Burgo de Osma. El remate se realiza en la ermita y de una forma bastante
curiosa: se colocó una mesa y encima una candela encendida, advirtiendo que su
duración sería el tiempo del remate. Así comenzó la puja y apagada la
candela, quedó adjudicada la obra a Juan Blanco y Toribio González en 40.899
reales de vellón, dándose por bien rematada ante los testigos Blas de las
Heras y Santiago Vicente, vecinos de Alcozar.
Trece
días después los adjudicatarios comparecen, en Langa de Duero, ante el
notario, para firmar el contrato que contempla, entre otras, las siguientes cláusulas:
que harán la obra según las condiciones que tiene hechas el hermano Mateo de
Arana. Que comenzarán en el mes de julio de este año. Que se les ha de pagar
en tres plazos: al dar principio a la obra, a la mitad y al finalizar y darla
por buena. Que los retablos los han de asentar en las mesas de la nueva obra.
Que han de aprovecharse de la teja que tiene la iglesia amontonada en el
baptisterio y la que saliera del desmonte de lo viejo, pero si de ésta sobrase,
ha de quedar para la fábrica. Que el despojo del coro de la ermita, ha de ser
en su provecho, menos los escalones que serán para la nueva garita
acondicionada. Que entregarán la obra, para el Navidad de 1795, bien ejecutada
según las condiciones, a vista de dos maestros, el uno nombrado por ellos y el
otro por el cura y mayordomo, o por uno sólo si hubiese acuerdo y si no lo
hubiese, por el maestro que nombrase el tribunal. Finalmente, que se ha de hacer
también un reconocimiento a la mitad de la obra y no sólo al final, como dice
la anterior condición.
El
16 de junio de 1792, el procurador, D. Joaquín Abad, se dirige al fiscal
eclesiástico en nombre de D. Manuel Monge, vecino de Alcozar y mayordomo de la
parroquial, para presentar las diligencias practicadas hasta la fecha rogándole
otorgue escritura para que, lo más brevedad posible, se ponga en ejecución y
se entregue a los maestros el importe del primer tercio. El fiscal responde que
no halla el menor reparo en que se conceda la licencia solicitada y dos días
después se autoriza la construcción.
Iniciada
la obra, el cura, D. Ramón Llorente, declara que son ciertas las cuentas y las
lleva él y no los mayordomos por estar estos ocupados en sus oficios. El 27 de
junio paga a cuenta, a los maestros, 5.000
reales. El 27 de agosto les paga 8.633 reales, con lo que tienen recibido el
primer plazo. El 2 de Julio de 1794 entrega a Toribio González, pues Juan
Blanco hacía dos años que no se había presentado, 9.000 reales. A los
oficiales Roque y Bernardino Ruiz, les entrega 500 reales y el 11 de julio abona
a Toribio González el resto del segundo plazo.
Como
gastos originados fuera de la obra el clérigo hizo libramiento al hermano Mateo
de Arana, por venir a medir el terreno, evaluar el despojo de la iglesia vieja y
hacer la traza y condiciones, de 300 reales, además de los 80 reales que le dio
de dos días que estuvo en Alcozar a reconocer la obra y otros 4 reales al
criado que le llevó. Por cambiar los edictos para el remate, en Ayllón, Peñaranda
y Aranda de Duero, 12 reales. A D. Ramón Aguilar por asistir al remate, otorgar
las obligaciones y demás, 31 reales. Del refresco a los maestros que
concurrieron al remate y demás interesados, 6 reales.
En
el legajo de documentos existente en el Archivo Diocesano no existen más
noticias de la obra hasta el año 1811. Ha habido un largo paréntesis, las
obras han quedado interrumpidas durante muchos años, un nuevo párroco hay en
Alcozar. D. Juan Acevedo. Este escribe de nuevo al Obispado, el 19 de noviembre
de 1811, pidiendo licencia para continuar la obra. Podemos observar todavía cómo
en la parte que da al Oeste y al exterior, en la que corresponde al altar, se
nota el distinto color que tiene la piedra. El motivo es que se terminó de
construir algunos años más tarde, pues la parte anterior se interrumpió por
motivos que no desconocemos; aunque en otro documento referido a las cuentas de
la iglesia puede estar, en parte, la solución.
El
problema fundamental a nuestro entender, estaría en la falta de caudales debido
a unos años de malas cosechas, agravadas, además, por la Guerra de la
Independencia con todas sus secuelas. El citado documento, que tiene fecha de
1813, señala que los granos que tiene la parroquia se dan "a los pobres de
solemnidad" de la villa indicando, también, "haber sido los años
anteriores tan calamitosos y habiéndoles sacrificado a todo labrador el enemigo
que hemos tenido en estos años pasados".
El 19 de Noviembre de 1811, el párroco de Alcozar, se dirige al Obispado pidiendo permiso para continuar la obra, poniendo para ese fin, entre otros, los caudales los de las imágenes de Nuestra Srª del Vallejo y del Rosario. Señala que el pueblo desea fervientemente verla terminada, lo que da fundamento para pensar, según él, que cooperarán con su trabajo especialmente los días festivos, si el Obispado lo tuviese a bien. Indica, además, que es conveniente ajustar la obra por jornales, ya que de esta forma se evitarán las pleitos que puedan originarse y que, según indica, ya se han originado. (Podría ser éste otro motivo que explicase el retraso de las obras).
El
albañil que va a continuar, va a ser el mismo que las inició, es decir,
Toribio González quien, a petición del párroco, hace un informe sobre cuánto
costaría "hasta echar las aguas fuera". Señala que después de haber
hecho los cálculos más diligentemente posibles, como le enseña la práctica
en los 38 años que lleva ejerciendo el
oficio, no costaría menos de 30.000
reales de vellón.
Por
otra parte, Manuel Alonso se dirige igualmente al Obispado, señalando, entre
otras cosas: Que es muy necesario continuar la obra de la iglesia, interrumpida
por espacio de ocho años, porque la iglesia actual, destruida en parte para
aprovechar los materiales, está en un sitio muy elevado y expuesta por todas
partes a la violencia de los vientos, ser trabajosa su subida, aún para los
sanos y robustos, peligrosa por las frecuentes caídas en tiempos de agua y
hielos e indecente para las mujeres. También porque la pérdida de cornisas,
madera y demás materiales, va siendo cada día más lastimosa y, finalmente,
porque en las circunstancias actuales, peligra mucho su caudal.
Por
las razones expuestas suplica se faculte continuar la obra, por lo menos hasta
echar aguas fuera. Y ya que gran parte de su caudal está en manos de vecinos
que no pueden pagarlo en efectivo, "para que lo paguen en el modo posible,
sirviendo de peones, preparando y conduciendo materiales, parece que es
necesario que la obra se ajuste por jornales y no por un tanto". Esto es lo
que le parece más ventajoso, ya que el maestro que la adelantó hasta las dos
terceras partes, se ofrece a continuarla por el jornal diario de diez reales.
Pero como el caudal de la iglesia no ascendía a 30.000 reales, que era el
necesario, suplicaba se autorizase aprovechar los haberes de las imágenes de
Nuestra Srª del Rosario y del Vallejo, que ya se habían aplicado
anteriormente, si bien es cierto que se habían extraviado los papeles en que
constaba.
El
Obispado contesta señalando que ya que la iglesia está empezada y lleva
paralizada varios años, de lo que se siguen perjuicios, tanto por el deterioro
que sufre lo construido como por la inutilización de los materiales preparados,
concede la licencia para obrar a jornal por considerarlo más ventajoso, echando
mano de los caudales sobrantes de la iglesia y de los enseres y rentas
pertenecientes a las citadas imágenes, llevando exacta cuenta de los gastos por
si se les pide. Encargan al cura y al mayordomo que practiquen las diligencias
necesarias para que los deudores de la iglesia no puedan satisfacer sus créditos
de otro modo sino es empleándose en trabajar en la obra por el jornal que
mereciesen, llevando cuenta, también, para que se
pueda liquidar lo correspondiente a cada uno.
Contestando
a la carta del párroco, en que solicitaba se diese licencia para poder trabajar
los días festivos gratuitamente y así adelantar la obra, el Obispado concede
permiso para que los domingos, después de oír misa, se empleen en la obra
desde las diez y media en adelante. Indica, también, que deben inculcar a los
feligreses que se trata de un acto de religiosidad y lo realicen con mejor
voluntad.
Toribio
González continúa la obra a razón de 10 reales diarios. Un año más tarde
pide aumento de sueldo pues, según él, toda ha subido. El cura escribe al
Obispado, que le contesta le suban el sueldo a 16 reales de vellón diarios
desde el 3 de febrero de 1812. Toribio González lleva las cuentas semanales de
gastos, según lo ajustado con gente del pueblo durante todo el año 1812, en el
que cobra 4.448 reales por 268 días de trabajo, que termina el año 1812, como
lo podemos comprobar en una piedra en la que figura esa fecha, aunque la obra aún
va a continuar, durante algún tiempo, el año 1.813, pero ya en el interior.
Todo el pueblo debió trabajar los días festivos para terminar el templo, aunque algunos figuran como contratados a jornal cobrando los domingos por los días que habían trabajado durante la semana. Entre otros figuran los nombres de: Lucas Andrés, José Gómez, Francisco Alonso, Judas Vicente, Dionisio Monge, Leonardo Puentedura y Mateo del Amo. Señalan que los materiales se trajeron: la madera de S. Leonardo, arena del Ornillo, cal de la Calera, teja de la Tejera y piedra de Picollera y de la Orca.
APÉNDICE DOCUMENTAL
I AHPSO, Protocolos Notariales de Juan Ortiz, 1896, 2856, 81rv. y 86rv.
Alcozar,
22 abril 1651. De una parte el bachiller Juan de Cabeza, cura de la villa, y
Nicolás Cervero, procurador general de ella, de la otra Juan de Alonso de
Viadero y Pedro de Gargollo, ambos maestros de fundir campanas, vecinos del
lugar de Guemes, en la merindad de Trasmiera convienen "fundir una campana
mayor que parece estar quebrada en la parroquial de esta dicha villa". Tenían
licencia del obispo por carta de 19 de abril de 1651. En cuanto al pago el
concejo les ha de dar la mitad del coste de manufactura, la de merma y el metal
si se añadiese. La otra mitad la parroquial.
Alcozar, 8 mayo 1651. Los vecinos se obligan a pagar a los compañeros la cantidad que les corresponda. El mismo día el cura paga a Juan de Alonso y a Pedro de Gargolla, 532 reales de vellón que le debían por fundir la campana de la parroquial de San Esteban de la villa de Alcozar. "Que fue esto que la tocó pagar de la tercera parte de toda ella".
II AHPSO, Protocolos Notariales de Manuel Agustín de Zendones, 1914, 2895, 10r-15v.
Sepan
como nos la Justicia, Regimiento, Corregidores y Vecinos de la villa de
Alcozar,
estando juntos y congregados en las Casas Capitulares de Ayuntamiento
para tratar y conferir cosas pertenecientes al bien y utilidad de esta república
principal y señaladamente los Señores Francisco Alonso y Manuel Pastor,
Alcaldes; Manuel de Blas y José Pérez, Regidores; Procurador Síndico General
Domingo de Blas Cervero; Juan de Reaguas, Francisco de Blas, Francisco de la
Fuente, Domingo de Heras, José Cervero, José Monge, Andrés de las Heras,
Miguel de las Heras, Martín Juez, Pablo del Amo, Juan de Encabo, Miguel de
Vicente, Manuel Teresa, Manuel de Ramiro, Manuel Sanz, Pedro de Blas Monge, José
de las Heras, Manuel de Coscurita, Gabriel de Alonso, Tomás Juez, Mateo
Morales, Jerónimo de Miguel, Gregorio de las Heras, Mateo Monge, Manuel de
Pablo, Manuel Monge, Alonso Cervera, Santiago Aguilera, Santiago García, Agustín
Romero, Manuel de Alonso, Domingo Alonso, Jerónimo de Alcubilla, Pedro de
Pablo, Manuel del Amo, Carlos Cervera, Marcelino del Oyo, Manuel Nieto, Dionisio
Puentedura, Juan de Vicente, Francisco Pastor y Manuel Cervera todos vecinos de
esta dicha villa que confesamos ser el número mayor de los que al presente se
compone esta República con los ausentes y enfermos por quienes prestamos voz y
caución de rato grato manente pacto de que estarán y pasarán por lo que en
esta escritura se hiciere y obrare. Y estando así juntos de mancomúm a voz de
uno y cada uno de nos por el todo in solidum otorgamos que nos obligamos con
nuestras personas y bienes muebles y raíces y con los Propios y rentas de este
concejo y bajo de la misma obligación decimos que en atención a el beneficio
grande que se sigue en haber intentado la confección y nueva construcción de
la Ermita de Nuestra Señora del Vallejo, sita en la población de esta dicha
villa, cuya obra se halla ajustada con Cayetano Marín, maestro arquitecto y
vecino de la villa de Coruña, en la cantidad de 7.000 reales sin que esté de
su parte la suministración y conducción de materiales. Y deseando nosotros el
menor coste y aumento y breve despacho de dicha obra nos hemos convenido y
obligado bajo los pactos y condiciones siguientes:
1ª La primera condición es que esta villa y sus vecinos ha de ser visto estar obligada y obligados a la suministración y conducción de toda la piedra a el pie; y además hacer la calera, ayudar a quemarla y traer la leña necesaria para ello; con advertencia que la satisfacción de jornales a el maestro para la quema de dicha calera ha de ser por cuenta de Cayetano Marín (digo por cuenta de la dicha villa).
2ª Item es condición que esta dicha villa y sus vecinos se obligan a conducir también toda la arena, yeso y cal a el pie de dicha obra, agua para los morteros y traer agua para la obra hasta San Juan, también se obligan a traer la teja y ladrillo a el pie también de dicha obra.
3ª Item es condición que dicha villa y sus vecinos se obligan a abrir todos los cimientos que sean necesarios para la construcción de la ermita y desmontar toda ésta.
4ª Item es condición que las dos tierras de concejo, una sita do dicen el Bancho y otra en Carrebililla, las han de trabajar la villa y sus vecinos como hasta aquí para la Ermita dejando el usufructo a ésta hasta tanto que se desempeñe.
5ª
Item es condición que [a] todos los vecinos de esta dicha villa de Alcozar se
nos pueda obligar por todo rigor de derecho a el cumplimiento de lo que va
acondicionado en esta escritura de obligación y nos obligamos a no pedir cosa
alguna por razón de la condución de todos los materiales ahora ni en tiempo
alguno sino que lo hemos de ejecutar voluntariamente por mirar al provecho que a
todos se nos sigue en la brevedad de la construcción de dicha obra y menos
coste de ésta.
Bajo
de cuyas condiciones, que en esta escritura de obligación van insertas y específicas,
nos obligamos todos los vecinos a guardarlas en todo y por todo y que ninguno irá
contra su tenor en manera alguna y para que a su cumplimiento se nos apremie por
todo rigor como por sentencia pasada de juez competente pasada en juzgado damos
poder a las Justicias y Jueces del Rey Nuestro Señor y especialmente a los Señores
Alcaldes ordinarios de esta dicha villa de Alcozar con renunciación que hacemos
de las leyes, fueros, derechos y privilegios de nuestro favor y por razón de
comunidad renunciamos toda menor edad. En cuyo testimonio lo otorgamos, en este
nuestro concejo y villa de Alcozar, a 25 días del mes de enero de 1768 y de los
otorgantes que yo el escribano doy fe conozco a los capitulares y a otros
algunos. Firman los que saben y de todo lo cual yo el dicho escribano doy fe.
Francisco
Alonso. Manuel Pastor. Gregorio de las Heras. Gabriel de Alonso. Jerónimo de
Miguel. Manuel del Amo. Pedro Pablo. Jerónimo de Alcubilla. Hilario Alonso.
Ante mi: Manuel Agustín de Zendones.
Escritura de obligación que hace Cayetano Marín, vecino de la villa de Coruña, para la obra de la Ermita de Nuestra Señora del Vallejo, sita en la villa de Alcozar. Enero 26 de 1768.
En
la villa de Alcozar a 26 días del mes de enero de 1768 ante mi el escribano y
testigos parecieron de la una parte Gabriel de Alonso, vecino de esta villa y
mayordomo de la fábrica de Nuestra Señora del Vallejo, sita en dicha villa, y
a presencia del señor don Mateo Juanillo, Cura Párroco, y de los señores
Alcaldes ordinarios actuales, como sus interventores, y de la otra Cayetano
Marín, natural de la villa de Coruña y maestro arquitecto, y dijeron
que en el día 13 de enero de este presente año se hizo remate extrajudicial de
la obra que se intenta hacer de la ermita de Nuestra Señora del Vallejo, sita
en dicha villa de Alcozar, quedando compuesta de conformidad de unas y otras
partes y rematada por precio de 7.000 reales de vellón con inclusión de la
confección de la traza en el dicho Cayetano Marín, siendo el cuenta del
concejo y los vecinos de dicha villa la conducción de la piedra a el pie, teja
y ladrillo, la de la arena, yeso y cal a el pie, agua para los morteros y traer
el agua para la obra hasta San Juan y también por cuenta de la villa el hacer
la calera a diferencia de los jornales del maestro, también ayudar a quemar y
traer la leña para este efecto y abrir los cimientos y desmontar la ermita para
lo que dicha villa y vecinos tiene otorgada escritura de obligación en 25 de
enero de este corriente año por el presente escribano para lo cual por parte
del precitado mayordomo se le propuso que dicho Cayetano Marín había de
otorgar el instrumento correspondiente de fianza para el seguro y abono de dicha
obra. Y estando presente el susodicho expresó que saldría por su fiador
Narciso Marín, vecino de la villa de Coruña, su hermano, quien lo ha de
ejecutar. Y cumpliendo con el remate y composición el dicho maestro Cayetano
otorga que se obliga con su persona y bienes ha hacer dicha obra de la Ermita
según y como está trazada y delineada en un plan, pliego de marca que en él
se halla el pitipié y con arreglo a las condiciones extendidas en la traza y
demás trazado y por el tenor de la presente y en la manera más conforme a
derecho ambas partes otorgan que ajustan y convienen la referida obra bajo los
pactos y condiciones siguientes:
1ª
La primera condición es que toda la obra se ha de ejecutar según y como está
trazada y delineada en un plan en un pliego de marca en el que se halla el
pitipié.
2ª
La segunda condición es que toda la obra se ha de hacer por parte del referido
maestro en precio y cuenta de 7.000 reales de vellón y no más sin poder pedir
mejora alguna a menos de que extra de lo trazado y delineado no se le encargare
por el mayordomo que ejecute alguna cosa particular, lo que deberá constar de
trato y ajuste que se haga aparte y por nuevo instrumento.
3ª
La tercera condición es que el referido Cayetano ha de hacer el tejado del
cuerpo de la Ermita de machones y tabla acepilladas y que las soleras y tablas
que se han de poner entre ellas y las tablillas entre machón y machón y las
tablas han de ir sobrepuestas.
4ª
La cuarta condición es que el dicho maestro ha de hacer los tejados de la
Capilla y Camarín y también ha de hacer media naranja en la capilla y en el
dicho Camarín cielo raso y referida media naranja ha de ser fabricada de yeso y
ladrillo tabicado doblado y también ha de jarrear toda la obra por dentro de
cal y después blanquearla de yeso.
5ª
La quinta condición es que dicho Marín ha de echar cornisa labrada toda la
circunferencia de la Ermita y todas las esquinas y las cinco ventanas. Y también
la es que el susodicho ha de hacer el arco de la puerta principal y escarzano de
piedra labrada, el arco de la capilla: las dos puertas de la sacristía y trono
de Nuestra Señora.
6ª
La sexta condición es que dicho Cayetano ha de hacer la espadaña según está
demostrada en la traza toda de piedra labrada y asimismo componer los tirantes y
hacer la mesa de el altar de piedra con su gradilla Y ha de volver a sentar el
coro y hacer los morteros.
7ª
La séptima condición es que la villa ha de ser obligada a demostrar la ermita
y abrir los cimientos y la es también de que si el cimiento pasase de media
vara se ha de abonar a dicho Cayetano el exceso.
8ª
La octava condición es que las paredes de la Capilla y pared de la espadaña
hasta empezar la tronera han de llevar tres pies de grueso. Y las paredes de la
ermita fuera de la superficie han de llevar de gruesas dos pies y medio y lo demás
según está demostrado en la traza.
9ª
La novena condición es que el mayordomo de la Ermita ha de contribuir con toda
la clabazón y sogas para los andamios y también lo es que el dicho Cayetano ha
de dar cubierta dicha obra en todo el mes de septiembre de este presente año.
10ª
La décima condición es que a dicho Cayetano Marín, en atención a ser éste
labrador de pan y vino, se le han de dejar de hueco y a su arbitrio dos semanas,
la una para las labores de sus viñas y la otra para la recolección de sus
mieses y en lo restante del tiempo sin levantar mano.
11ª
La undécima condición es que el mayordomo, de los caudales de la Ermita de
Nuestra Señora, ha de entregar a dicho maestro los 7.000 reales en cuatro
plazos en esta forma: al principio de ella 1.666 reales; a el medio de la
construcción de la mitad de la obra la misma cantidad; y al estar en las
cornisas los mismos 1.666 reales; y los 2.000 reales restantes a la conclusión
de dicha obra.
12ª La duodécima condición es que concluida que sea la obra se ha de nombrar, por parte del mayordomo de la ermita de Nuestra Señora, maestro de obras arquitecto de su satisfacción para que la reconozca muy despacio y vea si está ejecutada con arreglo a dicho diseño traza y condiciones sin faltar en cosa alguna; bien entendido que si el tal maestro declarare que falta alguna cosa se ha de rebajar lo que justipreciare del todo de los 7.000 reales; pero en el caso de que dicho maestro, que así se ha de nombrar para rever y aprobar la obra, considerare que el trabajo de dicho Cayetano Marín vale más, no por esto ha de tenerse opción a pedir cosa alguna porque, desde ahora para entonces, renuncia este derecho el dicho Cayetano a excepción de la demasía del grueso de los cimientos que ya va capitulado.
13ª
La decimotercia condición es que los oficiales y peones que, para trabajar la
obra, ha de poner el precitado maestro Cayetano Marín se han de surtir
precisamente en todo lo que necesiten para sus alimentos de la casa y personas
que se destinarán por el mayordomo de la fábrica de Nuestra Señora cargándolo
a precios regulares y teniendo cada oficial o peón su carja que se ajustarán
mensualmente. Y lo que así importaren dichos alimentos lo ha de recibir el
maestro en cuenta y satisfacción de dichos plazos y en cada uno respective lo
que como va dicho importaren dichos alimentos de peones y oficiales. Y se
advierte que si no fuese a la voluntad de dicho maestro peones y oficiales el
surtimiento de todos los víveres y menesteres por cuenta de dicho mayordomo y
quisieren hacerlo por la suya esto se entienda como fuere de su agrado.
Bajo de cuyas condiciones, que aquí van puestas y específicas y lo que contiene la demostración de la traza que se dan aquí por repetidas en cuanto no sean contrarias, hacen este ajuste, convenio y seguridad y se obligan, una y otra parte, a su cumplimiento. A saber el dicho Cayetano Marín con su persona y bienes muebles semovientes y raíces y con los de sus herederos y sucesores. Y el expresado Gabriel Alonso como, tal mayordomo de los caudales y fábrica de Nuestra Señora del Vallejo, con los bienes y rentas que al presente tiene dicha fábrica y en adelante adquiriere. Y para que se les compela y apremie a todo ello por todo rigor de derecho, como por sentencia definitiva de juez competente pasada en autoridad de cosa juzgada, dan poder a las Justicias y Jueces que de este negocio conforme a derecho puedan y deban conocer y expecialmente a la Justicia actual, o que en adelante fuere, a cuya jurisdicción y domicilio una y otra parte se someten con renunciación que cada uno hace de su propio fuero y de las leyes, fueros y derechos y privilegios de su favor con la general del derecho en forma Y el dicho Gabriel de Alonso, como tal mayordomo de la fábrica de Nuestra Señora del Vallejo, renuncia los privilegios, fueros y derechos que competen a dicha fábrica. En testimonio de todo lo cual y lo que aquí va relacionado así lo otorgan, una y otra parte, el dicho Cayetano Marín, como tal maestro arquitecto, y el dicho mayordomo de la fábrica, siendo testigos Don Mateo Juanillo, cura párroco de esta villa, Francisco Alonso, Manuel Pastor y Domingo de Blas Cervero, vecinos de esta expresada villa de Alcozar, y los otorgantes a quienes yo el escribano doy fe que conozco. Firman los que saben.
Mateo Juanillo. Gabriel de Alonso. Cayetano Marín. Francisco Alonso. Manuel Pastor. Ante mi: Manuel Agustín Zendones.
III ADOS, Sección Parroquias, Alcozar.
Informe de fray Mateo de Arana, fraile de La Vid
"Para construir la obra que pretenden hacer el Sr. cura, el mayordomo de la parroquia y el pueblo de la villa de Alcozar en la parroquia que llaman de Nuestra Srª del Vallejo, para trasladar a ella la parroquia que al presente se halla en la eminencia de la cuesta entre los dos barrios, se ejecutará su operación conforme a la traza que va junta y acompañada con estas condiciones que adelante se expresan:
Que el maestro arquitecto ejecutor de esta obra del crucero hará con gran cuidado la descripción de la planta de la obra sobre el terreno, según en todo a la de la traza, teniendo presente el albeo que hace dicho terreno para que no falte cimiento cuando llegue a la altura de hacer la elección para el grueso de las paredes, que se han de levantar hasta las cornisas y tejados y para el suelo del templo, que conviene dejar al menos una tercia más alto que la calle, pues por no poner este cuidado, al tiempo de plantear las fábricas de las iglesias, se experimente en la mayoría de ellas, que para entrar hay que bajar algunos pasos, de lo que resulta la lobreguez de las iglesias y humedad continuada de los pisos, sin advertir que es más conveniente subir uno o dos pasos al entrar en los templos que bajar cuatro dedos, por lo que se logra la sanidad del suelo y se evita lo sombrío que hacen dichas iglesias.
Que hecho el ensayo y delineamiento sobre el terreno, se abrirán las zanjas una cuarta más ancho a cada lado para darles más grosor a cada lado a los cimientos hasta la horizontal del suelo y se profundizarán otras zanjas por la parte del mediodía hasta encontrar roca, y por la parte del Norte, todo lo más bajo que sea posible, para que no haya recelo o sospechas de que las inundaciones y golpes de agua que puedan sobrevenir y bajar por el Vallejo, roben, desnuden y transporten la tierra arrimada de los cimientos y resulte hacersen algunos socavones y para evitar todo inconveniente es necesario se ponga todo cuidado en bajar por aquella parte dichos cimientos, como así mismo en donde se encuentre roca dentro de las zanjas.
Abiertas las zanjas y dispuesto el plan de los cimientos en la forma explicada, se dará principio a asentar la piedra con una exquisita mezcla de cal y arena y al mismo tiempo se tendrá presente dejar un desagüe para que las aguas que corren al camino no se estanquen contra la obra, de dos maneras: una forma es abrir en la roca a pico un canal por detrás del presbiterio con el declive necesario para que pare el agua contra la fábrica, y esto es lo más seguro; pero si no fuese suficiente, se hará un acueducto subterráneo por debajo del crucero de piedra labrada cubierta de losas fuertes con sus rejas de hierro a la entrada y salida, de modo que aunque caiga un golpe de agua fuerte en las cuestas, quepa por él, pues de lo contrario se exponen a que se inunde en algún momento el templo.
inscripción en la campana Santa Bárbara (junio 2008)
Levantados los cimientos hasta la altura del suelo y bien nivelado todo, se procederá según lo trazado. Sólo debo advertir la materia y forma de algunas cosas: que por la parte exterior, todo lo que descubre o pueda fácilmente descubrirse con el tiempo, desde los cimientos hasta el talud, toda la obra alrededor se ha de ejecutar con piedra concertada a pico, cincel y escuadra y lo mismo toda la demás piedra sillar, ventanas, esquinas, cornisa y lo restante del intermedio de buena mampostería bien enlazada entre sí y con el sillar y asentada con buena mezcla de cal y arena, bien preparada y por último cogidas con cal las juntas del sillar y un revoco agradable a la mampostería.
Por lo que respecta al interior, se le echará a toda la obra nueva, una hilada de piedra sillar curiosamente labrada, quedando como corresponde y señala la traza, todos los resaltes y movimientos de las pilastras, y esta hilada servirá de zócalo y sobre ella se asentarán las basas de piedra. Todos los demás adornos del interior se harán de yeso, como son las pilastras, capiteles, arquitrabe, friso y cornisa, como asimismo se harán de yeso y ladrillo, las bóvedas, la media naranja a tabique doble con sus recinchos, lengüetas y otros refuerzos que son muy conocidos a los prácticos albañiles, a cuyo fin se debe buscar oficial inteligente y de habilidad conocida que sepa tratar el yeso y perfilar bien las molduras arquitectónicas y dejar los blanqueos, tersos, blancos y bien lavados; y con esta operación de hacer bóvedas y blanqueos se incluyen las dos sacristías; como asimismo, concluida la yesería, se echará a toda la obra nueva y sacristías, un suelo de baldosa de barro cocido con una grada de piedra labrada debajo del arco del presbiterio; se harán cinco mesas de altar con ladrillo y yeso a la romana y cinco tarimas a los pies con marcos de madera y tablones de la sierra de S. Leonardo y dos puertas entrepañadas en las sacristías con todo el herraje necesario, picaportes y cerraduras.
Asimismo se pondrán rejas fuertes y espesas de hierro en las dos ventanas de las sacristías y en la del presbiterio y mejor si se ponen al hacer las paredes. Igualmente se pondrán en todas las ventanas de la obra nueva, altas y bajas, vidrieras y redes de alambre con marcos de hierro como también se dejará un conducto en una de las sacristías, al tiempo que se hacen las paredes, para sumidero del aguamanil y poner una taza de piedra y un calderillo u otra cosa decente que vierta el agua para lavarse el sacerdote.
Antes de dar principio a todos los adornos explicados del interior, conviene que luego que se concluyan las paredes y estén puestas las cornisas, se hagan los tejados, a cuyo fin se pondrán las soleras de la marca de machón de cuarta y sesma sobre los unidillos acostumbrados. Asimismo se pondrán en todos los ángulos salientes, cuadrales de madera sana y robusta. Los cabríos se pondrán de la marca de machón de cuarta y sesma y sobre éstos la tabla que llaman de segen y toda la tabla y madera se traerán de la sierra de S. Leonardo.
Bajo este concepto se obrará en dichos tejados, colocando cada género y pieza en sus respectivos lugares, dándoles el declive correspondiente para el buen expediente de las aguas, teniendo presente que después de hechos los cortes con la debida inteligencia y arte en la madera, que no se ande escaso el clavo de todo género, grande mediano y pequeño y aplicando cada género dónde y como corresponda. Por último se asentará la teja con algo de barro.
Igualmente se colocarán en la nueva obra, los retablos que el Sr. cura eligiese o tuviese por conveniente y para quitar todo inconveniente de disputas v recelos, es más acertado que el Sr. cura, mayordomo y maestro de obra, discutan cuantas dificultades se les ocurran, y si advierten que se ha pasado por alto alguna cosa sustancial en estas condiciones, la aclaren antes de otorgar la escritura, pues son tantas las menudencias que se descubren al tiempo de ejecutar una obra, que si se hubiesen de referir todas, sería necesario un volumen muy abultado.
Después de concluida la obra nueva, hay que hacer un cerramiento entre nuevo y viejo, el cual se hará atravesando una viga desde unos dentellones a los otros de la obra, a la altura de las paredes antiguas y cerrar después con piedra y cal. Asimismo hay que desmontar la espadaña y la pared del Poniente que está debajo de ella y algo más hacia el altar de la ermita para que quepa el nuevo crucero y una bóveda, que es obligación del maestro que haga la obra.
No soy de parecer que por ahora se haga novedad en la puerta de la ermita que hoy tiene, sino que se sirvan de ella conforme está. Del mismo modo, tampoco soy de parecer que se haga nueva espadaña, porque en el caso de hacerla se había de colocar sobre las paredes que al presente tiene dicha ermita y éstas, concluida la obra nueva, quedarán casi con veinte pies más bajo y cuando la iglesia tenga caudal, las querrán levantar o hacerlas con igual simetría que la nave del nuevo crucero, por lo que resultará tenerla que deshacer y el dinero malgastado. Por esta razón, mi parecer es que por ahora se haga una garita sobre la bóveda o media naranja y paredes de la capilla que al presente tiene dicha ermita, echando unas soleras de madera sobre las paredes y sobre éstas unas vigas y hacer un suelo sano y seguro y cerrar con postes y tapialejo con piedra y cal, dejando unas ventanas muy capaces para que se extienda el sonido de las campanas a ambos barrios y colocar en ella las campanas y para el uso se hará una escalera por dentro de la capilla rompiendo la bóveda cuanto sea necesario para subir y bajar una persona.
Que concluida la obra principal, se hará un antemuro o barbacana a la parte del Norte, desviada como doce o catorce pies del brazo del Crucero y a proporción de las otras paredes, de modo que quede un espacio razonable para las procesiones; ésta se fabricará de mampostería común y buena mezcla de cal y arena, asegurando bien los cimientos, con el grosor de tres pies y medio hasta la mitad de la altura y desde allí hasta igualar con el camino, se le dará tres pies de grueso y su largo será algo mayor que la iglesia, a un lado y a otro como quince pies.
La cantidad y el debido precio de esta obra es de 44.000 reales de vellón, bajo el debido juicio de ser construida y a toda ley perfectamente bien ejecutada. Prevengo que esta obra se puede hacer con corta diferencia, hacia el lado del Oriente, dejando la espadaña conforme esta y deshaciendo la capilla y la sacristía y quitando un pedazo del terreno hacia la parte de las eras para ensanchar el camino. Este es mi juicio y para que conste donde convenga, lo firmo en este Convento de La Vid a trece días del mes de Abril de mil setecientos noventa y dos".
Matheo de Arana.
BIBLIOGRAFÍA:
JANARIZ, Damián: "Historia de las Imágenes y Santuarios de la Santísima Virgen en la diócesis de Osma", inédito.
ORTEGO FRÍAS, Teógenes: "Alcozar, la iglesia de San Esteban ruina histórico-artística de la villa", en Celtiberia, 70 (1985) 331-340.
© Javier del Amo Ramírez y José Vicente de Frías Balsa
Publicado en Celtibería, nº 89, Centro de Estudios Sorianos, Soria, 1995, bajo el título "La ermita de Nuestra Señora del Vallejo, hoy iglesia parroquial de Alcozar".
© ASOCIACIÓN ALCOZAR