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ROMANCES (II)

. Romance del Conde Flores, por Claudia Pastor Pastor (1995)

. Romance de Tranquilo, por Cristina y Margarita Rejas del Amo y Asun Hernando Lamata (1994)

 

puerta de casa (2008)


 

Este romance me lo aprendí cuando iba a la escuela con doña Luciana y, a pesar de los años que ya han pasado, creo que no se me haya olvidado.

 

ROMANCE DEL CONDE FLORES, por Claudia Pastor Pastor (1995)

Grandes guerras se publican

en la tierra y en el mar,

y al conde Flores le nombran

por capitán general.

Lloraba la condesita,

no se puede consolar;

acaban de ser casados

y se tienen que apartar1.

¿Cuántos días, cuántos meses

piensas estar por allá?

Deja los meses, condesa,

por años debes contar;

si a los tres años no vuelvo,

viuda te puedes llamar.

Pasan los tres y los cuatro,

nuevas del conde no hay;

ojos de la condesita

no cesaban de llorar.

Un día, estando a la mesa,

su padre la empieza a hablar:

cartas del conde no llegan,

nueva vida tomarás;

condes y duques te piden,

te debes, hija, casar.

Carta en mi corazón tengo

que don Flores vivo está.

No lo quiera Dios del cielo

que yo me vuelva a casar.

Dame licencia, mi padre,

para al conde ir a buscar.

La licencia tienes, hija,

mi bendición además.

Se retira a su aposento,

llora que te llorarás;

se quitó medias de seda,

de lana las fue a calzar;

dejó zapatos de raso,

los puso de cordobán2,

y un brial3 de seda verde

que valía una ciudad.

Encima del brial puso

un hábito de sayal4,

y esportilla5 de romera6

sobre el hombro se echó atrás.

Cogió el bordón7 en la mano

y se fue a peregrinar.

Anduvo siete reinados,

morería y cristiandad;

anduvo por mar y tierra,

no pudo al conde encontrar.

Cansada va la romera

que ya no puede andar más.

Subió al puerto, miró al valle

y un castillo vio asomar.

Si aquel castillo es de moros,

allí me cautivarán;

mas si es de buenos cristianos,

ellos me han de remediar.

Y, bajando unos pinares,

gran vacada8 fue a encontrar.

Vaquerito, vaquerito,

te quería preguntar:

¿de quién llevas tantas vacas,

todas de un hierro9 y señal?

Del conde Flores, señora,

que en aquel castillo está.

—Vaquerito, vaquerito,

más te quiero preguntar

del conde Flores, tu amo,

¿cómo vive por acá?

—De la guerra llegó rico;

mañana se va a casar;

ya están muertas las gallinas

y están amasando el pan;

muchas gentes, convidadas,

de lejos llegando van.

Vaquerito, vaquerito,

por la Santa Trinidad,

por el camino más corto

me has de encaminar allá.

Jornada de todo el día

y medio la hubo de andar;

llegada frente al castillo

con don Flores fue a encontrar,

y arriba vio estar la novia

en un alto ventanal.

Dame limosna, buen conde,

por Dios y por caridad.

¡Oh, qué ojos de romera!

yo en mi vida les vi tal.

Sí les habrás visto, conde,

si en Sevilla estado has.

¿La romera es de Sevilla?

¿Qué se cuenta por allá?

Del conde Flores, señor,

poco bien y mucho mal.

Echó la mano al bolsillo

y un real de plata la da.

Para tan grande señor,

poca limosna es un real.

Pues pida la romerita,

que lo que pida tendrá.

Yo pido ese anillo de oro

que en tu dedo chico está.

Abrióse de arriba a abajo

el hábito de sayal.

¿No me conoces, buen conde?

Mira si conocerás

el brial de seda verde

que me diste al desposar.

Y, al mirarla en aquel traje,

cayóse el conde hacia atrás.

Ni con agua ni con vino

se le puede recordar,

si no es con palabra dulces

que la romera le da.

La novia bajó llorando

al ver al conde mortal,

y abrazado a la romera

se lo ha venido a encontrar.

Malas mañas sacas, conde,

no las podrás olvidar:

que, en viendo a una buena moza,

luego la vas a abrazar.

¡Malhaya la romerita!

¿Quién la trajo por acá?

No la maldiga ninguno,

que es mi mujer natural.

Con ella vuelvo a mi tierra,

y adiós, señores, quedad.

Quédese con Dios la novia,

vestidita y sin casar,

que los amores primeros

son muy malos de olvidar.

 

 


1 Apartar: separar.

2 Cordobán: piel de macho cabrío curtida.

3 Brial: vestimenta femenina que se ataba a la cintura y cubría hasta los pies.

4 Sayal: paño burdo.

5 Esportilla: cesta de esparto.

6 Romera: peregrina

7 Bordón: bastón.

8 Vacada: conjunto de vacas que pastan juntas.

9 Hierro: marca de animales de un mismo propietario.


 

 

ROMANCE DE TRANQUILO / versión 2 , por Asun Hernando Lamata y Cristina y Margarita Rejas del Amo

El rey moro tiene un hijo,

el rey moro tiene un hijo,

que Tranquilo se llamaba, ¡ay, sí!,

que Tranquilo se llamaba,

que Tranquilo se llamaba.

Un día, estando comiendo,

un día, estando comiendo,

se enamoró de su hermana, ¡ay sí!,

se enamoró de su hermana,

se enamoró de su hermana.

Al otro día siguiente,

al otro día siguiente,

cayó malito en la cama, ¡ay, sí!,

cayó malito en la cama,

cayó malito en la cama.

Ya subió su madre a verle,

ya subió su madre a verle.

Hijo mío, ¿qué te pasa?, ¡ay, sí!,

hijo mío, ¿qué te pasa?,

hijo mío, ¿qué te pasa?.

Son unos amores, madre,

son unos amores, madre,

que me traspasan el alma, ¡ay, sí!,

que me traspasan el alma,

que me traspasan el alma.

¿Quieres que te mate un ave?

¿quieres que te mate un ave?

de las que vuelan por casa, ¡ay, sí!,

de las que vuelan por casa,

de las que vuelan por casa.

Madre, haga usted lo que quiera,

madre, haga usted lo que quiera;

que me lo suba mi hermana, ¡ay, sí!,

que me lo suba mi hermana,

que me lo suba mi hermana.

Como era tiempo verano,

como era tiempo verano,

subió con la enaguas blancas, ¡ay, sí!,

subió con la enaguas blancas,

subió con la enaguas blancas.

La agarró de la cintura,

la agarró de la cintura;

y la echó sobre la cama, ¡ay, sí!,

y la echó sobre la cama,

y la echó sobre la cama.

Hermano, ¿qué vas a hacer?,

hermano, ¿qué vas a hacer?,

mira que yo soy tu hermana, ¡ay, sí!,

mira que yo soy tu hermana,

mira que yo soy tu hermana.

Si eres mi hermana, que seas,

si eres mi hermana, que seas,

no haber nacido tan guapa, ¡ay, sí!,

no haber nacido tan guapa,

no haber nacido tan guapa.

A los nueve meses justos,

a los nueve meses justos,

cayó malita en la cama, ¡ay, sí!,

cayó malita en la cama,

cayó malita en la cama.

Llamaron cuatro doctores,

llamaron cuatro doctores,

los mejores de La Habana, ¡ay, sí!,

los mejores de La Habana,

los mejores de La Habana.

Uno la toma el pulso,

uno la toma el pulso,

otro la mira en la cara, ¡ay, sí!,

otro la mira en la cara,

otro la mira en la cara.

Los otros dos les decían,

los otros dos les decían:

esta moza está preñada, ¡ay, sí!,

esta moza está preñada,

esta moza está preñada.

Si estoy preñada, que esté,

si estoy preñada, que esté,

a nadie le importa nada, ¡ay, sí!,

a nadie le importa nada,

a nadie le importa nada.

Y aquí termina la historia,

y aquí termina la historia

de Tranquilo y de su hermana, ¡ay, sí!,

de Tranquilo y de su hermana,

de Tranquilo y de su hermana;

que por creerse de él,

que por creerse de él,

ha salido desgraciada, ¡ay, sí!,

ha salido desgraciada,

ha salido desgraciada.

 


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